Rumores e historias de guerra

tankimg_9890_1000-webTanque ruso, cerca de Tarin Kot

2 de marzo de 2011

Siempre están las historias... algunas son ciertas, otras, no; la mayoría son una mezcla de verdad y leyenda.  Por ejemplo, en Irak corría una historia sobre un granjero que se encontró un vehículo aéreo pilotado por control remoto (o UAV, en inglés). El hombre pensó que la aeronave intentaría salir volando, así que la amarró a un árbol. Entre los iraquíes se rumoreaba que los UAVs iban pilotados por ratones.

Cuando pasé por la excelente escuela británica de técnicas de rastreo, en la isla de Borneo, los ingleses me advirtieron sobre los afganos, de quienes decían que podían seguirte la pista a través de cualquier desierto rocoso. Los instructores comentaban cómo rastrearon y mataron a un equipo de francotiradores que había tomado una posición en Afganistán. En este país, no parece difícil realizar ese tipo de rastreo en la mayoría de los sitios. Si te desplazas durante el día, con luz solar --lo cual hace más fácil ocultar las pistas que vas dejando--, lo más probable es que te puedan ver a unos cuantos kilómetros de distancia. Pero si te mueves por la noche y cubres una distancia considerable, casi con toda seguridad vas a ir dejando detrás un rastro muy fácil de seguir. De hecho, a cada 10 pasos podrías ir tirando por el suelo una canica roja, y el efecto sería el mismo.

Me contaron una historia que, por las circunstancias que la rodean y por la fuente de que proviene, tiene probabilidades de ser cierta. Era más o menos así: los talibán habían estado atacando a una cooperativa agrícola colocando IEDs (artefactos explosivos improvisados) por la carretera. En respuesta, uno de nuestros equipos de francotiradores de las Fuerzas Especiales tomó una posición en las cercanías para acabar con los talibán.  El grupo de francotiradores pasó la noche esperando allí, en mitad de la nada, en la más absoluta soledad.  Tener paciencia es un 90% de la clave del juego, y a la salida del sol seguían con las manos vacías. Pero la unidad había sido descubierta: un hombre afgano venía directamente hacia ellos. Cuando finalmente estuvo a unos pocos metros, se encontró con que los francotiradores lo apuntaban directamente con sus armas. “¡No disparen, no disparen! ¡Vengo del pueblo!” El hombre no era un enemigo, sino que lo habían mandado a llevar a los americanos escondidos en la colina una “lista de la compra” del pueblo. Nadie resultó herido.

No hay forma de saber hasta qué punto esta historia es cierta, pero, no obstante, sirve para echar unas risas y está en completa sintonía con el carácter del país y de sus habitantes. Y desde luego, al menos a los efectos de contar una historia, parece tener bastantes visos de realidad.

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