Río de lágrimas: instantáneas al filo de la guerra
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- Published: Friday, 18 February 2011 14:53
14 de febrero de 2011
El río Salween marca la frontera entre Tailandia y Birmania. En la ficción, "Rambo" cruzó la actual selva en la película "Rambo IV", pero, desgraciadamente, no hay nada de ficticio en la guerra, las bombas que con frecuencia vuelan desde Birmania a Tailandia, o las minas terrestres antipersona esparcidas campo a través, en zonas recónditas.
El Ejército de Birmania se denomina "Consejo para la Paz y el Desarrollo del Estado" (SPDC) y, como las organizaciones del cómic Planeta Bizarro, resulta ser lo contrario de lo que su nombre implica. He aquí un eslogan del gobierno que confirma tal punto de vista: "Aniquilemos a todos los elementos destructivos, internos y externos, como el enemigo común que son."
Durante más de sesenta años, el gobierno birmano ha tratado de aplastar a los Karen y a otras minorías étnicas. En términos muy generales, Tailandia sería a Birmania como Pakistán a Afganistán; muchos Karen viven en tierras tailandesas o las utilizan como refugio, y luchan desde ellas contra el gobierno birmano. Pero los motivos que han llevado a la guerra son mucho más complicados que el conflicto entre los Karen y el gobierno de Birmania: un análisis somero revela una situación probablemente mucho más compleja que la existente en Afganistán.
En un intento extremo de lavar su imagen, criminal gobierno birmano cambió en 1989 el nombre del país, que pasó a llamarse Unión de Myanmar. Hace unos meses, en octubre del año pasado, volvieron a repetir la operación: cambiaron la bandera y emitieron otro certificado de nacimiento con el nuevo nombre de “República de la Unión de Myanmar,” pero probablemente daría igual que lo hubieran rebautizado“El País Antes Conocido como Prince.”
Después de más de 60 años de guerra continuada, el conflicto birmano ha alcanzado tal punto de madurez que actualmente hay tres generaciones siempre han vivido en un país en guerra... y en lugar de extremistas musulmanes ayudando a los Talibán en Pakistán, algunos occidentales han convertido en su propia causa la resistencia de los Karen y otras minorías contra la junta militar y han montado una floreciente industria artesanal para apoyarlos. En conjunto, esta industria artesanal realiza un buen trabajo, y su presencia es importante, aunque los motivos de esa presencia no siempre sean puros o sencillos.
Los Karen son generalmente budistas o animistas, aunque muchos son baptistas o católicos. Esta aldea contaba con, al menos, un templo budista y una iglesia con techo de paja.
Los vecinos no tienen servicio telefónico, y la poca -- y valiosísima-- electricidad que les llega proviene de un pequeño hidrogenerador. Vi un pequeño panel solar, y también que alguien tenía una antena parabólica, la única que divisé en un pueblo de casi 4.500 personas. (Es posible que hubiera otras antenas... no estábamos haciendo inventario.)
La gente lleva viviendo allí desde hace cuatro años y medio, cuando el SPDC destruyó sus aldeas. Uno escucha muchas historias sobre asesinatos, violaciones o esclavitud, así como un sinnúmero de denuncias sobre las minas terrestres o antipersona y cómo el SPCD obliga a los aldeanos a caminar por delante de las mismas para detonarlas. Los Karen contraatacan, y cada vez utilizan más estos denominados IEDs (artefactos explosivos improvisados), que tan mala fama han adquirido... aunque nosotros, como soldados americanos, aprendimos a fabricar todo tipo de IEDs con el Ejército de Tierra estadounidense. Los llamábamos "emboscadas mecánicas" o, simplemente, “bombas-trampa”.
El día antes de nuestra llegada, un Karen pisó una mina. Lo trajeron a este pueblo para recibir primeros auxilios antes de trasladarlo a Tailandia para el tratamiento adecuado. El médico Karen que le aplicó un torniquete nos comentó que este individuo había perdido la parte inferior de la pierna. El trayecto al hospital más cercano dura una hora en barco más otra hora en coche hasta Mae Sariang, en Tailandia.
El ungüento cosmético que llevan en la cara se llama “thanaka”. Aseguran que es bueno para el acné, y que evita las quemaduras solares y produce una sensación de frescor en el cutis. La “thanaka”, derivada de la corteza de varias especies de árboles, también se utiliza simplemente como maquillaje.
El hombre que lleva la camisa a rayas rojas y blancas es el médico del pueblo, que el día anterior había atendido al herido por la mina antipersona. Habla inglés bastante bien. Dentro de su choza tiene una pizarra en la que escribe palabras en inglés porque, según dice, continúa aprendiendo esta lengua.
Unos cuantos niños no estaban en las aulas: estaban trabajando. El médico nos cuenta que la mayoría de los niños van al colegio, pero dado que son los padres quienes deciden si estudian o no, algunos terminan trabajando en los campos.
Este niño tenía un “lanzabananas” o RBP (del inglés, “Rocket Propelled Banana”). Aunque hacía unos minutos habíamos visto a la mayoría de niños de su edad dentro de las aulas, aparentemente él se había quedado rezagado.
Tenían cerdos, pollos, bananas y muchos otros tipos de comidas. Había un tanque piscícola junto a un arroyo, y el río Salween, aunque la mayoría de la comida proviene de donaciones que les llegan a través de Tailandia.
Además de matemáticas, historia y otras asignaturas, los niños estaban aprendiendo varias lenguas: karen, birmano, tailandés e inglés. Entré a una clase de inglés y les enseñé durante un par de minutos. Los niños leían relativamente bien y tenían muchas ganas de hablar en inglés.
En este mundo selvático viven muchos apátridas. Otras minorías étnicas de Birmania se enfrentan a presiones similares, pero lo cierto es que, tras décadas de dura lucha, dichas minorías han sido incapaces de forjar un frente común sólido y unido.
Las minorías tienen una libertad de movimientos limitada. Es difícil decidir si la selva es sinónimo de cárcel, de libertad... o de ambas. Si estar preso significa no tener libertad, y la libertad significa ausencia de cautividad, ambas circunstancias resultan en idéntica medida ser un estado mental y un estado físico.
El trazo amarillo separa la frontera entre Tailandia y de Birmania (Tailandia queda a la derecha). La chincheta de la derecha marca la ubicación de Jungle Twins, que ya describí en otro Despacho reciente.
En Internet hay muchas historias sobre Ei Htu Hta. El viaje a esta zona se convierte en una especie de oportunidad para el saqueo periodístico: se exige un compromiso limitado para entrar y salir y el peligro para el periodista parece casi irrelevante, así que es importante leerse las advertencias. Uno oye contar historias de periodistas que cruzan el río sólo para hacer una especie rápida conexión in situ --“Informamos desde Birmania...”-- y volver a cruzar con igual rapidez a Tailandia. Esto ha sido algo muy habitual en Irak y Afganistán. El drama se vuelve dramáticamente insignificante.
Las condiciones en Ei Htu Hta no son buenas, y, sin embargo, parecen ser bastante mejores que las que he visto en innumerables lugares de países que no están en guerra. De hecho la gente de Ei Htu Hta probablemente disfruta de mejores condiciones de vida que docenas de millones de indios. Creo que lo que esto implica es que la ayuda internacional y privada está teniendo un impacto positivo en la región, pero para conseguir que la ayuda continúe llegando mucha gente piensa que hay que poner “cara de preocupación”. Pero, ¿por qué? La realidad que reflejan las caras sonrientes de los niños de la escuela se puede interpretar como evidencia de que la ayuda está funcionando.
Como ocurre dentro de Afganistán hoy día, la paradoja es que muchas zonas donde la guerra es particularmente dura, como en las provincias de Helmand y Kandahar, reciben a veces miles de millones de dólares, mientras que otras regiones de este mismo país donde la situación es más estable --como por ejemplo Bamiyan-- caen prácticamente en el olvido. Con este comentario no estamos sugiriendo que se deba realizar ningún cambio en el curso de las ayudas: simplemente intentamos arrojar poco de luz sobre este asunto para que no pase inadvertido.
Comimos con un par de médicos Karen. Uno de ellos preparó una trampa para conejos en la selva, atrapó uno y lo asó.
Así es la vida sin abogados ni señales de tráfico. No hay policía. No hay tribunales. Les pregunté con todo detalle sobre su sistema de administración de justicia. Si se acusa a alguien de un delito grave, se transfiere al acusado al ejército Karen, que sentencia el caso. Si alguien comete un delito menor dentro de la aldea, se le deja atado durante una noche. Según me explicaron brevemente, los aldeanos le atan los tobillos juntos -- pero no las manos-- y lo sueltan a la mañana siguiente. Parecería tratarse más de una especie de humillación pública, similar a la que puede ocurrir en lugares como Afganistán --aunque la humillación allí puede adquirir la forma de sodomización perpetrada por un hombre o mediante un objeto.
“¿Cuál sería el delito típico?” pregunté. A veces un hombre se emborracha y pega fuego a su propia casa. “¿Quema su casa a propósito?”, pregunté. “Sí, a veces un hombre a fuego su propia casa.” “¿Y qué hacéis cuando se produce un incendio?”, seguí preguntando. “Construimos casas separadas unas de otras.”
En esta selva hay de todo: desde malaria a cobras pasado por minas anti-persona… de todo, sí, pero no hay médicos y apenas hay medicamentos. Los militares británicos llamaban a esta zona “la selva sucia”, al contrario que a la de Borneo, que denominaban “selva limpia”. Las selvas sucias encierran más parásitos y más enfermedades, y muchos otros riesgos que han terminado con las vidas de innumerables soldados y habitantes.
Y llegó la hora de marcharnos. Nos encaminamos hacia el barco para iniciar nuestro viaje de vuelta.
El Consejo SPDC utiliza el río como vía de transporte en las zonas donde se enfrentan a emboscadas, y por ello viajan como civiles. Un hombre Karen nos dijo que, unos cuantos días antes, soldados Karen habían tendido una emboscada a soldados del SPDC que cruzaban río arriba en un barco. Seis de estos miembros del Consejo murieron y/o resultaron heridos. Nos contó que los Karen habían interceptado comunicaciones por radio del SPDC de las que se desprendía que se habían producido seis bajas.
Avanzando trabajosamente por el río, de vuelta a territorio tailandés, nos topamos con un cadáver que se había quedado atrapado entre unas redes de pescar, en el río Salween. Tal vez el cuerpo pertenecía a un soldado del SPDC y había ido flotando río abajo desde la zona donde supuestamente se produjo la emboscada. Nos imaginamos la sorpresa que se podría llevar un pescador que anduviera faenando de noche, con una luz. Apunté las coordenadas para informar a las autoridades tailandesas.
En resumen, mi experiencia en Birmania apenas sí ha rozado la superficie. Muchas personas han dedicado años enteros a trabajar con organizaciones de la resistencia o a facilitar ayuda humanitaria, o simplemente a hacer contrabando o realizar algún tipo de turbio tejemaneje. Unos son misioneros; otros, mercenarios... y, como dice el refrán, muchos son simplemente inadaptados.
Las empresas y negocios que han madurado en torno al conflicto son complejos y no siempre altruistas. Y siempre está ese aspecto constante de “vendas y gasas por dólares”: algunas organizaciones consiguen grandes cosas, mientras otras apenas hacen nada y gastan mucho dinero realizando costosos videos para recaudar fondos.
Antes de decidirnos a contribuir a cualquier causa en pro de este país -- o de cualquier otra parte del mundo-- es imprescindible hacer la correspondiente investigación. Por cada bala hay una mentira... y no debemos dejarnos engañar por las lágrimas de cocodrilo.
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